Scroller

domingo, 8 de mayo de 2011

Comentario a Lc 24, 13-35



Es el evangelista San Lucas quien nos acompaña e ilumina este 3er. domingo de Pascua, con el relato de la aparición del Resucitado a los discípulos de Emaús.

Nos presenta a dos discípulos que volvían a su casa y a su trabajo, después de ver muertas sus esperanzas; en otras palabras, después de haber vivido la pasión y muerte de Cristo Jesús (19-24). Para ellos todo había terminado. Volvían a su soledad y a su noche, arrastrando los pies y sumidos en la amargura. Entonces, el “desconocido” se une a ellos; comprende su dolor, penetra en sus corazones, y les señala que, como Elías y Moisés, como todos los profetas, Cristo también tenía que recorrer un camino de pruebas y sufrimientos para acceder al Reino. Les revela el sentido de Su muerte. Pero, sólo al partir el pan ellos lo reconocen; entonces, su corazón exulta de alegría.

Cada uno de nosotros podría sentirse interpretado por estos discípulos; sí, nosotros hemos participado y vivido esta Semana Santa. Es verdad, Cristo ha Resucitado, pero ¿cómo se manifiesta?

Intentemos seguir el método de Jesús Resucitado. Primero los acompaña silenciosamente, bajo la apariencia más humilde y desconocida, para interesarse por sus vidas y proyectos.

Detengámonos aquí; es necesario simplemente narrar, testimoniar lo que ha sido de nuestras vidas, justamente con esa persona sencilla y desinteresada que espontáneamente ha ido acompañando nuestro caminar. Tal vez alguien de nuestra familia, algún compañero en la universidad, en el trabajo, tal vez algún hermano que nos conoce en la comunidad.

Ésta es la invitación de Jesús para estos días post Resurrección; a encontrarnos con Él de una forma sencilla y familiar, en una conversación con alguien que desea escucharnos. Ciertamente que también nosotros podemos ser ese hombre, esa persona, que se interesa y desea saber por qué nuestro hermano camina, está triste o sufre algún desconsuelo.

¡Qué hermosa es la pedagogía de Jesús! Nos invita a nosotros a hablar, mientras él escucha; para que luego sean Sus palabras esa esperanza que nos lleva a alegrarnos completamente.

La pedagogía cristiana implica, por tanto, que cada uno de nosotros debe hacer presente a Cristo entre los hombres; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro.

Que este Jesús que acompaña silenciosamente a los discípulos, y a quien reconocieron “al partir el pan”, nos acompañe a nosotros, a nuestras vidas, y nos impulse a contarle qué ha pasado, para que, al finalizar nuestro diálogo, nuestra jornada, espontáneamente podamos decirle: “quédate con nosotros” (29) y danos de Tu pan, el pan de la Eucaristía, que nos unirá indefectiblemente a Cristo, nuestro Redentor.


Wladimir Gutierrez B. Seminarista.

1 comentario:

Joselyn dijo...

La semana pasada me enteré que nuestra iglesia tenía un blog, realmente los felicito por esta iniciativa que nos acerca aun mas.

Les quiero proponer mi colaboración voluntaria en la publicación de contenidos, información o cobertura de eventos importantes, ya que soy periodista y me gustaría que mi profesión también ayudará en esta linda iniciativa, ¿es posible?