Scroller

sábado, 14 de mayo de 2011

Reflexión Cuarto Domingo de Pascua


En el Evangelio de este día San Juan nos presenta a Jesús, utilizando una bella imagen para que sus discípulos lo comprendan mejor: Jesús es el Buen Pastor: Él da su vida por las ovejas y éstas lo saben reconocer; Él va delante de ellas y ellas lo siguen; reconocen su voz y Él llama a cada una por su nombre. ¿Podría darse una metáfora más tierna para referirse a su relación con los discípulos y con nosotros sus discípulos de hoy? Él nos conoce y ama personalmente y nos comunica su propia vida en abundancia. Somos, pues, sus corderillos bienamados, a quienes Él jamás abandona. Con Él estaremos siempre seguros; no podrá un ave rapaz, ni el pastor mercenario alejarnos de su mano.

¿Cuál ha de ser, entonces, nuestro mérito y nuestro esfuerzo? Nuestra libertad: Somos libres de devolverle su amor; libres para seguirlo y, es nuestra voluntad la que debe ser trabajada cada día para ser capaces de resistirnos al Maligno, a pesar de sus tentadoras insinuaciones: el llamado de la sensualidad, uno de los ídolos de nuestro tiempo; el consumismo, el individualismo a ultranza; el egoísmo, el afán de escalar a cualquier costo, recurriendo al “chaqueteo”, al pituto, a la zancadilla muchas veces, olvidando que no somos cabras del monte, sino corderos del Buen Pastor, que es Jesús, nuestro único dueño y Señor, rescatados a precio de sangre.

En la Iglesia de Dios, el tesón constante por ser siempre más leales a la doctrina de Cristo, es obligación y tarea de todos. Nadie está exento. Quien no pelea, se expone a cualquiera de las esclavitudes del falso Pastor, las que saben aherrojar los corazones de carne.

Cristo ha prometido asistencia infalible e indefectible a su Iglesia, pero no ha garantizado la fidelidad de los humanos que la integramos. Pero, de seguro, no nos faltará la gracia, abundante y generosa, si ponemos de nuestra parte, recurriendo a la oración, a los sacramentos y al diálogo continuo con el Buen Pastor.

¡Cuán necesario es que cada día nos preguntemos:

- ¿Estoy siguiendo al Buen Pastor, o, estoy siguiendo al “Enemigo”?

- ¿Estoy siendo con mi conducta, con mis acciones, leal a la doctrina de Cristo?

- ¿Recurro con frecuencia a la oración, a los sacramentos, a la comunicación con Jesús?

- ¿Me pregunto, ante una situación complicada, ¿qué haría Cristo en mi lugar, como lo hacía el Padre hurtado, un santo de nuestro tiempo?

Estas interrogantes, respondidas con sinceridad, harán luz para indicarnos el buen camino y lo que el Buen Pastor, Jesús, espera de nuestro accionar cotidiano.


Wladimir Gutierrez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cristo no es doctrina, es un acontecimiento, está presente; y solo debemos permanecer junto a el que no es solo el "bueno", sino el "Bello Pastor".