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martes, 21 de febrero de 2012

LA RECONCILIACIÓN, un sacramento (Jn 20,22-23)


Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas (Salmo 24, 6).
La Cuaresma es un tiempo oportuno para cuidar muy bien el modo de recibir el sacramento de la Penitencia, ese encuentro con Cristo, que se hace presente en el sacerdote; encuentro siempre único y distinto. Allí nos acoge, nos cura, nos limpia, nos fortalece. Cuando nos acercamos a este sacramento debemos pensar ante todo en Cristo. Él debe ser el centro del acto sacramental.
Por tanto, el amor a Dios ha de contar más que nuestros pecados. Se trata de mirar mucho más a Jesús que a nosotros mismos, más a su bondad que a nuestra miseria, pues la vida interior es un diálogo de amor en el que Dios es siempre el punto de referencia. Somos como el hijo pródigo que vuelve a la casa paterna. Debemos sentir deseos de encontrarnos con el Señor lo antes posible para descargar en Él el dolor y el cansancio que nos agobian, confiando plenamente en las palabras de Jesús:
Vengan los que están cansados y agobiados que yo les aliviaré Mt 11,28-30.

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