Scroller

lunes, 1 de agosto de 2011

Reflexión


Domingo 31 Julio 2011
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario:

Evangelio según San Mateo 14,13-21.

La liturgia de este domingo XVIII del tiempo ordinario se centra en el relato de Mateo sobre la multiplicación de los panes y en él destacan dos aspectos fundamentales: La compasión de Jesús y la llamada a la solidaridad como signo del Reino.

El texto de hoy es la parábola de la compasión en acción. La compasión de Jesús es una actitud total y liberadora; es mucho más que un sentimiento; implica "ponerse en la piel del otro". Por eso es una compasión que provoca la acción: "Y curó a los enfermos".

Compadecerse es salir de uno mismo llevando consigo lo que uno tiene, por poco que sea, para compartirlo con el que no tiene; es comprometerse. El cariño que Jesús siente por los necesitados es la primera lección para los discípulos. Jesús no vive de espaldas a la gente, encerrado en sus ocupaciones religiosas, e indiferente al dolor de aquel pueblo. Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento y saciando el hambre espiritual y material de quienes lo siguen. Si compartimos lo poco que tenemos, se puede saciar el hambre de todos. Esta es su alternativa, nuestra alternativa. Una sociedad más humana, capaz de compartir su pan con quienes no lo tienen, tendrá recursos suficientes para todos.

La solución, pues, es la solidaridad; el compartir y trabajar juntos para aliviar los problemas que, entonces como ahora, son fruto del egoísmo y de la codicia humana.

En el relato evangélico de Mateo, los gestos de Jesús en la multiplicación de los panes son una secuencia de los propios de la cena pascual: levantar los ojos al cielo, pronunciar la bendición, partir y repartir el pan.
No podemos partir el pan en la Eucaristía si no nos comprometemos a repartirlo fuera de ella; implica necesariamente la preocupación por la justicia y la solidaridad. Y no nos podemos quedar en repartir el pan para el cuerpo, si no cultivamos y anunciamos también el deseo del pan del espíritu, la Palabra de Dios.

Por tanto, este milagro de Jesús es también un programa para la comunidad de los seguidores del Maestro: Ser discípulo de Jesús implica continuar en nuestro medio el signo de los panes, trabajando contra la injusticia en el mundo y favoreciendo un justo reparto de bienes entre todos los hombres. Todo es obra del amor de Dios (2ª lectura): el que recibe el amor de Dios debe compartirlo con los demás trabajando por un mundo mejor. Es obligación de los cristianos seguir realizando este “signo del Reino”.

Lo que sucedió con la gente que siguió a Jesús, se realiza y se actualiza en la eucaristía de la Iglesia, donde todos somos alimentados con el pan de vida.

Jesús tiene una visión integradora de la realidad. La fe afecta todas las dimensiones de la vida humana. La salvación también es cosa del cuerpo. Traiciona la verdad cristiana quien dice que el evangelio no tiene que ver con la historia y que el mensaje de la Iglesia sólo se refiere a la vida eterna. A Jesús no le interesa lo que tenemos; le importa lo que damos. En el Reino de Dios lo que cuenta no es lo que se tiene. Sólo importa lo que se da.

El escritor francés Saint Exupéry decía: “Es inolvidable el sabor del pan que tú compartes”. Ese sabor es el de la entrega, el del amor, el de la solidaridad. Vivimos de pan, pero sobre todo nos satisface el pan de amor, el pan de encuentro; es el pan de la Eucaristía. Un pan que nos trae la entrega de Jesús y que a quien lo recibe lo capacita para darse y lo despreocupa del tener.

Comunicaciones Sagrada Familia.

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