Esperanza: el tesoro de los que sufren
Estamos salvados en esperanza.Esta es la certeza que sostiene la vida de quienes tienen fe en que son amados por Cristo, con un amor que los hace responsables
de la vida del mundo y los convierte en testigos del consuelo de Dios
para cuantos sufren. Esta es la evidencia de la fe, una experiencia
que tenían los primeros cristianos y que hemos perdido gran parte de
los creyentes de hoy a base de “acostumbrarnos” a conocer esta “información”,
sin que transforme nuestra vida.
Benedicto XVI ha querido ponernos delante este anuncio con la encíclica
“Spe Salvi”. Una verdadera luz en las tinieblas que vive la cultura de
nuestro tiempo y un fuerte impulso para reavivar la fe mortecina de no pocos creyentes.
El papa hace un diagnóstico acertado de la crisis de esperanza con que termina la modernidad: la ciencia y su aplicación técnica, que prometía un futuro mejor con su esperanza ciega en el progreso, y la libertad y la razón, que con la Revolución Francesa o el Marxismo prometieron un mundo de justicia, han mostrado que sus enormes posibilidades tienen unos límites claros para fundamentar una verdadera esperanza.
El progreso científico acumula recursos que sirven de poco si no se ponen al servicio del hombre en orden al bien común, considerando la dignidad de cada hombre y mujer, como premisas inalienables de una sociedad que quiere ser cada día, más humana. El mundo sin Dios y las estructuras sociales más justas que prometieron las revoluciones, se han topado con los limites de la misma libertad en cada intento de hacer en la tierra “el reino del hombre” como un paraíso-. De hecho cada generación de hombres es responsable de su vida; y la libertad del hombre, siempre abierta, puede llevar al fracaso los mejores proyectos trazados por la razón.
C.B
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