Cada vida
humana es una maravilla y un gran misterio. El Salmo dice que Dios nos creó un
poco inferior a los Ángeles. Es tal la dignidad del ser humano que el mismo
Dios entregó a su Hijo amado para rescatarnos de la muerte, del dolor, del
pecado. Cada uno de nosotros podemos decir como San Pablo, me amó y se entregó
por mí. Que reconfortante vivir sabiendo que Dios nos ama.
La vida humana, además es frágil. Muy frágil. Seis jóvenes
estudiantes que optaron por dedicarle lo mejor de su juventud a los más
necesitados mueren trágicamente en un accidente de tránsito. Un ejecutivo
joven, lleno de vida, casado y con cuatro hijos fallece por inmersión al tratar
de prestar ayuda a dos bañistas. Muertes trágicas, por cierto, pero que hacen
relucir lo mejor del ser humano: estar al servicio de los demás.
Situaciones como estas hacen reflexionar. Muchos llegan a
cuestionar la misma existencia de Dios. Preguntan si Dios es tan bueno ¿por qué
permite estas situaciones?, si Dios es omnipotente ¿por qué acontecen
estos hechos? La mayoría, frente al sufrimiento y la muerte del inocente, han
llegado a renegar de Dios. El dolor, el sufrimiento y la muerte han sido,
son y serán, el gran enigma de la condición humana, un gran desafío para
los cristianos y un aguijón para la teología.
Es evidente que situaciones como estas nos conmueven en lo
más profundo y nos genera la impotencia de no poder dar una respuesta adecuada.
No la tenemos. Hasta el científico más sofisticado es bien poco lo que puede
decir de relevante. Nos duele una juventud truncada. Nos duele que un esposo y
padre de familia no esté en medio de su familia. Nos duele al punto que
exclamamos con fuerza e impotencia ¿Dios mío, Dios mío por qué nos has
abandonado? Sí, he aquí el gran misterio, el gran don del amor de Dios.
Repetimos las mismas palabras de Jesús. Porque Él, siendo Dios y hombre,
también experimentó la sensación de abandono de parte del Padre. Pero no es
abandono, es sólo apariencia de abandono, porque tras la muerte del inocente
sigue la resurrección que nos permite volver a encontrarle sentido a la vida,
tener esperanza y decir día tras día ¡anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ven Señor Jesús!
Quienes han perdido a sus seres queridos el Señor les dice
no teman soy Yo. No teman. El plan trazado por Dios Padre para Mí, su propio
Hijo, es el plan trazado para todos quienes viven en Jesucristo. Esta es
nuestra fe y nos gloriamos de ella porque nos da esperanza, renovada alegría y
nos impulsa a una vida nueva en Él. La vida de este esposo y padre tuvo
sentido. Sí, mucho sentido, nos dejan un legado de heroísmo digno de imitar.
Hemos de sentirlo y verlo como un gran regalo de Dios. Breve, claro que si,
pero regalo que nos compromete.
+ Fernando Chomali Garib
Arzobispo de Concepción

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