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domingo, 1 de mayo de 2011

Jesús se aparece a los discípulos y a Tomás.


Ya ha pasado una semana desde que celebramos el Triduo Pascual, y la Iglesia, muy sabiamente, nos concede prolongar ese domingo de Resurrección como un solo día que concluye hoy.

San Juan nos relata dos apariciones de Jesús Resucitado: una a los discípulos sin Tomás, y la otra con Tomás.

Leemos en la segunda aparición que Tomás no ha creído cuando los demás apóstoles le revelan que han visto al Resucitado, porque argumenta, que no lo ha visto ni tocado, actitud ésta muy propia de nuestro tiempo, que más se identifica con la duda y la incredulidad que con la fe y la confianza.

Nosotros como comunidad de la Sagrada Familia, hemos dado testimonio durante todo el año lo declaramos en la familia, en el trabajo, con amigos, etc. Pero nuestra sociedad es incrédula.

No obstante, Jesús nos dice: “Felices los que creen sin haber visto” ( v 29), palabras que no son fáciles, que exigen de nuestro trabajo y progreso espiritual. Todos los que creemos hemos vivido de una u otra forma esta bienaventuranza, porque no hemos visto físicamente a Jesús Resucitado como los discípulos. Creemos porque alguien nos anunció la “Buena Nueva”, un testigo; sea éste un amigo, la familia, la Biblia, etc.

Estos testigos, elocuentemente, con palabras y con obras, se han sucedido durante 2.000 años. Y es la invitación a la que nos llama el Evangelio de hoy: ¡Ser testigos!, como aquellos discípulos, porque cada día nos encontramos con algún “Tomás”, que Cristo coloca en nuestro caminar para que le contemos a quién vimos y por qué lo seguimos.

Debemos ser testigos no solamente para que otros crean, sino también entre nosotros, con nuestros hermanos de comunidad, para unirnos más en Cristo, ayudándonos unos a otros, sin jamás desfallecer.

Nuestra misión, por tanto, es declarar a Cristo siendo testigos suyos en toda circunstancia; seguramente no siempre con palabras, pero sí con nuestra conducta, nuestras actitudes, nuestra forma de vida.

Finalmente, vivamos en la esperanza Pascual de estos días, porque verdaderamente Cristo nos reveló al Padre, ha entrado en nuestra casa y en nuestra comunidad y nos invita a anunciar con nuestras obras y con nuestras palabras, ayudados por la Gracia del Espíritu al que pertenecemos.

Wladimir Gutierrez B, Seminarista

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