Scroller

domingo, 24 de abril de 2011

¡¡¡Cristo el Señor resucitó, su amor fue más fuerte que la muerte!!!


Después del camino de la conversión vivido en cuaresma, celebramos hoy la más grande de las fiestas del cristiano, y específicamente de nuestra fe católica: La resurrección de nuestro Señor, la muestra fehaciente y palpable de la divinidad de Cristo Redentor. Es este hecho trascendente la prueba de que no hemos creído en vano: ¡Jesús es el Señor!

Es lo que nos relata el evangelio según San Juan, el discípulo amado de Jesús, al presentarnos a María Magdalena, la mujer más cercana a Jesús, después de María Santísima, su Madre. Ella, María Magdalena, va de madrugada al sepulcro, al tercer día de haberle dado sepultura, y lo encuentra vacío; era el día primero de la semana, después del sábado (hoy un día domingo), que en adelante será el día del Señor. Corre a avisar a Pedro y a Juan. A su vez, ellos también encuentran el sepulcro vacío, el lienzo tumbado y el sudario, perfectamente doblado.

Las humillaciones, los sufrimientos y la muerte de Jesús constituyen para los discípulos el “punto ciego” en el que todo se hunde en la noche. Los discípulos habían topado con el sinsentido de la muerte de su Maestro, lo que después, por la fuerza de los hechos se va transformando en alegría desbordante, pues Cristo ha vuelto a la vida.

La profecía se había cumplido: Al tercer día resucitará para ir al Padre.

La resurrección proclama que con ese amor – el de Cristo Jesús - siempre vivo e incorruptible, es la nueva alianza de Dios, que por su gran misericordia, ofrece al mundo de manera definitiva.

Queda revelado que Dios no abandona a los suyos. El cristiano debe, por tanto, vivir según la vida de Cristo, haciendo suyos los sentimientos de Cristo, de manera que pueda exclamar: “no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí”.

Es el gran mensaje para todos nosotros, los falibles, los pequeños, los pecadores: La resurrección de Nuestro Señor marca el paso de la fe en la esperanza cierta de que un día nosotros también, después de esta vida terrenal, a ratos tan difícil e incomprensible, como discípulos del Maestro, resucitaremos a una vida nueva, sin dolor y con pleno triunfo del Amor, y de una vida eterna junto a Cristo, nuestro pastor, nuestro Dios, porque, en la resurrección de Cristo está el fundamento de toda la vida cristiana.


¿Y tú, que esperas para seguirlo a Él?

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