Al narrarnos San Juan los acontecimientos de aquel día de Pentecostés en el que el Espíritu Santo descendió en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos de Nuestro Señor, nos hace asistir a la gran manifestación del poder de Dios, con el que
Este mismo Espíritu sigue bajando sobre
El mensaje divino de victoria, de alegría y de paz de Pentecostés debe ser el fundamento inquebrantable en el modo de pensar, de reaccionar y de vivir de todo cristiano. ¿Que es difícil? ¡Por supuesto! La misión del cristiano no es para pusilánimes; es lucha cotidiana para poder seguir al Maestro. Pero, por eso Él, nuestro amado Jesús, nos ha enviado a su Santo Espíritu.
Precisamente es al Espíritu Santo, a Quien debemos recurrir constantemente para pedirle nos auxilie con sus dones a fin de poder cumplir con eficacia nuestra misión: ser dignos, ejemplares TESTIGOS de Jesucristo, haciendo nuevos discípulos, seguidores, prosélitos del Maestro.
Continuamente deberíamos revisar nuestra vida espiritual y constatar así, cómo los frutos del Espíritu Santo se van produciendo en ella y cuánto nos falta todavía: Caridad, Alegría, Paz, Fidelidad, Dulzura, Moderación, Bondad (Gál 5,22).
Para ser testigos no basta con ser fieles; no basta con ser caritativos; no basta con ser pacíficos; también hay que ser alegres, con la alegría de Cristo; bondadosos y moderados, etc. Son los dones del Espíritu Santo, que Él regala, a su arbitrio, a quienes se los piden con insistencia y empeño.
Wladimir Gutierrez, Seminarista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario