Scroller

domingo, 3 de julio de 2011


Éste domingo retomamos el curso litúrgico normal del año, después del tiempo pascual y las últimas fiestas del Corpus Christi, y lo hacemos con el evangelista San Mateo.

Jesús eleva al Padre una acción de gracias, y nos muestra a nosotros su intimidad, su espíritu, que es manso y humilde. ¿Cómo ejercía Jesús soberanía y fascinación en los hombres? Mostrándoles su intimidad, a través de su dulzura. Incluso, al comentar la personalidad de Jesús, se ha hablado de la “revolución de la ternura”: …” y esta fuerza, que es la ternura de Dios, hace que se resquebraje el mundo viejo, del mismo modo que la savia del árbol agrieta el muro de hormigón” (Éloi Leclerc).

Jesús es fuerte, con la mayor de las fortalezas que es la mansedumbre. Podemos encontrar a un gran hombre que nos ha mostrado de una manera increíble, la dulzura y mansedumbre del cristiano; San Francisco de Asís: Ser como él implica principalmente abandonarse en las manos de Dios, para que él realice su obra. Imitar a Jesús implica aprender de él, aprender e imitar la humildad de corazón, interior, verdadera, la propia de quien se siente pobre y necesitado de Dios.

Justamente Jesús da gracias al Padre porque escondió “estas cosas” a los soberbios y las reveló a los pequeños. La soberbia es propia de la carne. El que sigue los apetitos de la carne no puede ver a Dios; lo asegura San Pablo (Rm 8,9).

La llamada nueva e insólita de este evangelio es hacia los cansados y agobiados, una de las más acogedoras del evangelio, porque apunta directamente al corazón y sus penas interiores. Con esta invitación se nos propone como ejemplo: “Aprended de mí” la mansedumbre y la humildad, que nos traerá la paz y el descanso en Jesús, nuestro Maestro.

Como seguidores y discípulos suyos, hemos de aprender de Él, de su humildad; luego, pidámosla, y, ya teniéndola, vivamos de ella y por ella. Nuestras cargas serán entonces livianas, corona de tan grandes virtudes. Seremos muchos quienes declararemos, como el Cardenal Newman: “Dios no me ha fallado nunca”.

Wladimir Gutierrez, Seminarista.

No hay comentarios: