La fe la da un horizonte absolutamente
nuevo a nuestra vida y a nuestro quehacer.
El Santo Padre Benedicto XVI ha
llamado al año de la fe. Comienza el 11 de octubre de este año y finaliza para
la Solemnidad de Cristo Rey del próximo. Es una invitación a profundizar el don
de la fe en medio de una sociedad que reconoce como válido sólo el conocimiento
que proviene de las ciencias, pero por otro lado tiene sed de trascendencia y
de vida en el espíritu.
Esa búsqueda incesante del hombre
y de la mujer de todo tiempo está siempre presente aún en medio de tiempos de
incertidumbre. La fe, nos dice el Papa es un don que nos abre a comprender la
vida propia y ajena, como un don lleno de sentido. Esta realidad no es una
verdad de corte intelectual o una ideología, sino que es la respuesta a una persona,
Jesucristo, el Hijo de Dios que se hace carne y habita en medio de nosotros.
La fe la da un horizonte
absolutamente nuevo a nuestra vida y a nuestro quehacer. La fe se presenta como
un don y también como una tarea. El don se cultiva. El Papa, nos invita a
profundizar en lo que creemos mediante la lectura asidua de la Biblia y el
estudio constante del Concilio Vaticano II, que cumple 50 años y el estupendo
Catecismo de la Iglesia Católica que cumple 25 años.
Es una invitación para todos y
cada uno de los católicos, que se da en un contexto muy adecuado, la Misión
Joven. Sí, los jóvenes son buscadores incansables de sentido para sus vidas y
ese sentido está dado por Jesús. Desde El brotará toda vida nueva. Desde la fe
el Papa nos invita a comprometernos a una vida centrada en los demás. Es por
ello que nos invita a vincular con más ahínco aún la fe y la caridad.
La Iglesia católica florecerá
en la medida que nuestra fe se haga
carne en obras concretas en favor de los demás. Es allí donde encarnamos en
cierto sentido el Reino de Dios que el mismo Señor nos promete. Salir al
encuentro del otro anunciando la Palabra, anunciando a Jesucristo, dando a
conocer su enseñanza de salvación y de fraternidad y sirviendo a los demás,
especialmente si necesitados, nos sitúa en el camino trazado por el mismo
Señor.
El año de la fe estamos invitados
a vivirlo todos y en los más amplios campos de la vida social y pastoral.
Ninguna parroquia, ninguna capilla, ninguna familia, ningún colegio, ninguna
universidad, ni pastoral alguna, ha de
quedarse fuera de esta invitación que se presenta luminosa y llena de esperanza
en medio de tanta oscuridad y desesperanza. Sin duda que esta invitación nos
renovará a todos en nuestro empeño y nos dará más luces para continuar
trabajando en la tarea evangelizadora que se nos ha encomendado.
+ Fernando Chomali G.
Arzobispo de la Ssma.
Concepción
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